La falta de higiene en general, el no lavado de manos frecuente, la insuficiente limpieza de los alimentos, el consumo de alimentos crudos, como carne de vaca o de cerdo, la ingesta de agua no potabilizada, el uso de baños precarios, la falta de cloacas y la defecación al aire libre que contaminan el suelo y el agua, permiten una propagación rápida y silenciosa de estos organismos.
En el caso de los niños, se suman los objetos contaminados que se llevan a la boca, el hábito de caminar descalzos por áreas expuestas a los parásitos; y/o rascarse la cola y luego llevarse la mano a la boca (contagio anal-oral). Finalmente, deben mencionarse los contagios interhumanos, dentro del grupo familiar, por el uso compartido de elementos como toallas, sábanas, entre otros.